No hay muchos, y los que hay probablemente no sean muy conocidos, pero los colegios pequeños, al igual que Teruel, existen y presentan algunas ventajas que no todo el mundo conoce. No, no están basadas en tópicos ni responden a un mero interés mercantil: en términos educativos, el dicho de que “cuanto más grande, mejor” prevaleció sin demasiada reflexión durante décadas hasta que algunos tímidos estudios dejaron paso a la sospecha de que no siempre es así, y las escuelas pequeñas -entrañable término- tienen mucho que ofrecer.
Ya en los años
sesenta Roger Barker, un estudioso
de la psicología ambiental en la Universidad de Stanford, habló de la paradoja de la percepción de los centros
escolares: mientras que de los
colegios grandes lo que impresiona es su exterior, un análisis más cercano
deja claro que la educación que
proporcionan los colegios pequeños es de mayor calidad. Y a finales de los setenta
hubo quien concluyó que el tamaño iba a
veces directamente ligado a peores resultados académicos y a un aumento de los
casos de violencia y/o acoso escolar (estudio de Wynne, 1978)
Pero ¿cuáles son
estos beneficios concretos que puede
ofrecer un centro familiar?
1. En
un colegio pequeño hay una sensación de
pertenencia, de participación
por parte de estudiantes, familias, profesores, administración etc. difícil de
igualar. Pertenencia que, en el caso de los niños/as, suele derivar en un orgullo personal en lo relacionado a
su centro. Los profesores suelen conocer mejor a sus alumnos; la educación personalizada es más
realista que en otros entornos y la
respuesta a las necesidades que puedan surgir, más rápida y directa. La burocracia, aun dentro de unos niveles
impuestos desde fuera que rozan el absurdo, es más reducida y permite resolver
con diligencia cuestiones delicadas. La comunicación es más frecuente e
informal y esto facilita que el clima en
los centros pequeños suela ser más ordenado, estable, seguro e incluso más
atractivo para el alumnado.
2. Muchas
veces se piensa que el tamaño de un colegio puede condicionar negativamente las
relaciones sociales/personales. Al contrario; en un centro pequeño no es
extraño que profesores, personal no docente, familias etc tengan un trato más próximo y el intercambio de información -e
incluso de nuevas ideas entre personas afines- es más fluido. Al mismo tiempo, la identificación profesional con un estilo de enseñanza, un ideario o una
línea pedagógica siempre es mayor que en entornos más amplios; la idea de comunidad educativa se acrecienta y es más fácil relacionarse con todo tipo de
personas, evitando los guetos y una percepción distorsionada de la realidad. En un colegio pequeño, los niños/as se
integran en actividades muy diferentes, en círculos sociales diversos y se
habitúan a situaciones variopintas, mientras que en los centros grandes se
tiende a ser más selectivo y exclusivista.
3. La autoestima
(y hasta el estado de ánimo) en los
alumnos de colegios de dimensiones reducidas es mayor; al ser menor el
número de estudiantes, éstos tienen más
oportunidades de desarrollar habilidades y aptitudes en una gran diversidad
de situaciones. Por lo general, todos
han de participar para que un proyecto funcione y su intervención es más
directa. Los centros pequeños destacan precisamente por facilitar la inclusión y la integración de todo
tipo de alumnos/as. No es extraño que, en eventos externos como torneos
deportivos, acciones solidarias, celebraciones religiosas etc., el
alumnado de un centro pequeño iguale o supere en implicación a colegios que
les triplican o cuadruplican en número. La consecuencia de facilitar la
participación de todos es que la actitud
de los niños/as hacia la vida escolar es muy positiva y los problemas de
disciplina, menos frecuentes.
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